La Eutanasia o Cuidados paliativos.
La pandemia del denominado Corona Virus, ha puesto de manifiesto la fragilidad de la vida humana, por un lado, y por otro, ha suscitado la indignación por el descarte en la atención a personas mayores en el mundo.
La conciencia social de que acabar con la vida de ciudadanos en estadios avanzados de algunas enfermedades, no puede ser la solución para abordar un problema sanitario global o especialmente de los países subdesarrollados.
Hemos agradecido en el transcurso de la pandemia, el trabajo de todo el personal sanitario y el rol que le compete a la Salud Pública; es atendible y lógico el reclamo por una mayor atención presupuestaria del sector.
El suicidio “asistido” devela la falacia de ahorrar recursos humanos y económicos en los cuidados paliativos y el acompañamiento integral. Por el contrario, frente a la muerte como solución, es preciso invertir en la atención y cercanía que todos necesitamos en la etapa final de esta vida. Esta es la verdadera dignidad humana.
Muchos de nosotros lo vivimos de cerca cuando acompañamos a un ser querido en la instancia final de su existencia, en un hogar, junto a los suyos, en un ámbito que le es cotidiano, con la medicina y el personal profesional acorde a su cuadro clínico.
La casuística de los pocos países donde se ha legalizado, nos dice que la eutanasia podría incitar a la muerte a los más vulnerables. Al otorgar este supuesto derecho, la persona, que se experimenta como una carga para la familia y un peso social, se siente condicionada a pedir la muerte cuando una ley lo explicita en esa dirección.
La falta o los magros cuidados paliativos es también una expresión de desigualdad social en las naciones más pobre. Muchas personas mueren sin poder recibir estos cuidados y sólo cuentan con ellos, quienes pueden pagarlos.
Este proyecto de ley que posiblemente ya está nuevamente en la agenda de los nuevos legisladores, pone en alerta a la sociedad frente a un debate en cuanto a problemas éticos, teológicos, morales que plantea, y muchas veces también en sus aspectos técnicos de los procedimientos para acelerar la muerte como único medio para evitar el sufrimiento.
Debemos mantenernos firmes como cristianos en contra de esta cultura de la muerte que nos presiona, y presentar a un Cristo en el que hay verdadera vida, para que podamos decir: “aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo” (Sal 23:4a).
Daniel Bustamante: Teología, Cs Sociales y Salud.

