Amor y solidaridad
«Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me sirve» (1 Cor. 13:3)
Mucho se habla del amor en sus variadas aseveraciones. Pero la solidaridad, es un acto que no anula el amor, sino que lo resignifica, le da practicidad a la vida en comunidad.
En la historia del cristianismo, el ejemplo lo dieron los primeros cristianos como una subcultura, en un contexto de estigmatización y persecución de la cultura dominante. Las minorías, por lo general, son solidarias entre sus integrantes.
Hay que notar, no obstante, que en el ámbito del amor cristiano va más allá de la solidaridad e incluye toda relación positiva entre personas: la justicia, la generosidad, el respeto, la comprensión, la tolerancia, la ayuda, el afecto y la entrega, que forjan la unidad entre los seres humanos.
La solidaridad es, por tanto, una de las manifestaciones del amor que lleva al cristiano a interactuar o identificarse con el prójimo.
Jesús indica en el evangelio de Juan la medida del amor solidario: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros igual que yo os he amado”(Jn 15, 12).
Con este mandamiento Jesús se propone a sí mismo como medida e invita a amar como él amó, hasta el punto de entregar o dejarse quitar el don más preciado: la vida humana.
Este amor, como Jesús lo practicó, es el pilar sobre el que se debe alzar la nueva sociedad, la sociedad alternativa que él anuncia: “el reinado o reino” de Dios.
El evangelio es, por tanto, una llamada constante a este estilo de vida basado en el amor.
Daniel Bustamante, Teología, Trabajo Social y Salud.

