¿Qué es la educación para la salud?
La educación para la salud se imparte desde tres perspectivas: preventiva, promoción de la salud y uso adecuado de los recursos sanitarios. No se basa únicamente en dar información. Implica también motivación, desarrollo de habilidades, creación de entornos saludables.
Como sociedad necesitamos aunar esfuerzos desde todos los sectores.
Hay muchas personas con problemas de salud mental que no están recibiendo la ayuda que necesitan; es un problema que nos urge buscar acciones superadoras. El caso del músico y cantante británico Liam Payne que murió recientemente a los 31 años el pasado 16 de octubre tras caer de un balcón mientras se encontraba en Argentina, vuelve abrir el debate sobre los efectos de la fama en los jóvenes.
Y es que Payne ya había expresado el tema en diversas ocasiones a lo largo de su vida y hoy más que nunca vuelve a servir como un llamado de atención sobre la importancia de la salud mental, además de los excesos y adicciones que como sociedad vamos naturalizado en estas últimas décadas.
Los adultos hemos dejando a las nuevas generaciones huérfanas de ejemplos de valores esenciales.
Todo parece relativo y hasta las verdades universales son sometidas al descrédito.
La falta de consciencia y cuidado de la salud mental como cosa de «locos» es un problema a abordar desde múltiples disciplinas.
El estigma del «endemoniado» del pueblo como un caso testigo en la región de Gadara en la época de Jesús quedan en la historia bíblica como un punto de partida (Lucas 8:26-39).
En el primer siglo, se creía que nada se podía hacer con tales personas, solo con un control social de una internacion compulsiva. Y mantener los intereses comerciales colectivos como si nada.
Gadara utilizo grillos y cadenas cuando el cuadro había avanzado, dejando al enfermo sumido a la peor de las soledades, excluido de todo vínculo como una pequeña tabla de salvación. Sin embargo la enfermedad mental es multicausal y por lo tanto, requiere un abordaje integral sin dejar de la lado lo espiritual como un factor que se subestima desde la ciencia tradicional.
Somos seres racionales, pero sentimos y percibimos con el cuerpo y la mente diversas influencias que nos pueden enfermar. Nuestras historias personales, entornos y cosmovisión de la vida y la muerte marcan gran parte de nuestro destino.
Cuando llega la muerte «funciona» como un semáforo amarillo que apenas no advierte de algo.
Del lado de la vida se puede hacer mucho, mayormente desde una educación que integre al ser humano, menos fragmentado y superando prejuicios. Dejando de lado la soberbia del individualismo y la autosuficiencia.
Daniel Bustamante, Teología, Trabajo Social y Salud.

